La gente no compra productos, compra razones para elegirte a ti
Muchos negocios venden exactamente lo mismo que sus competidores: mismos productos, mismos precios, mismos mensajes.
En ese escenario, el cliente elige por precio... y tú pierdes margen y sostenibilidad.
Una buena propuesta de valor hace que el cliente prefiera tu negocio por lo que representas, no por lo barato que eres.
Es la promesa que le haces a tu cliente: qué problema le vas a resolver, cómo lo vas a hacer y por qué debería elegirte a ti y no a otro.
No es solo un eslogan, es el centro de tu estrategia comercial.
Enfoque en el cliente ideal
¿A quién te diriges? ¿Qué le duele? ¿Qué le importa?
Solución clara a un problema real
¿Qué necesidad resuelves de forma distinta o más eficaz?
Diferenciación real
¿Qué haces diferente o mejor que tus competidores?
Beneficio tangible y emocional
¿Qué gana tu cliente en resultados y cómo se va a sentir?
Malo (vaga y genérica):
"Productos de calidad y buen servicio al cliente."
Bueno (concreta y relevante):
“Desayunos gourmet en 30 minutos, para profesionales que quieren sorprender sin perder tiempo. Pedido fácil, entrega puntual.”
Escucha a tus clientes reales
¿Qué valoran más? ¿Por qué te recomiendan?
Mira a tus competidores directos
¿Qué dicen ellos? ¿Dónde puedes diferenciarte?
Usa la fórmula base:
“Ayudamos a [cliente ideal] que necesita [problema] a lograr [beneficio] a través de [tu solución diferencial].”
Ser muy genérico: “calidad”, “buen precio”, “confianza”.
Hablar de ti y no del cliente.
Prometer algo que no puedes cumplir.
No adaptarla a cada segmento si tienes varios.
En tu web, redes, pitch, packaging, publicidad y, sobre todo, en cómo actúas como empresa.
Debe ser coherente, clara y repetirse hasta que se sienta parte de tu ADN.
Una buena propuesta de valor no solo atrae clientes, también alinea tu negocio internamente: te enfoca, te diferencia y te permite construir relaciones comerciales sostenibles.
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